Durante el periodo de embarazo, existen diferentes pruebas para hacer un seguimiento de la salud del feto, pruebas que han evolucionado con el correr de los años gracias a los avances tecnológicos. Dentro de este tipo de pruebas se encuentran el cribado combinado del primer trimestre y el test de ADN Fetal, que se encuentran dentro de las técnicas no invasivas de control prenatal.
¿En que se basan estas pruebas y cuál es su importancia?
Por una parte, el cribado combinado del primer trimestre, analiza factores bioquímicos y ecográficos junto con la edad de la madre para determinar el riesgo de alteraciones en los cromosomas como puede ser el síndrome de Down.
Una vez estudiados los resultados y basándose en estadísticas, se calculan los riegos que tanto la madre como el feto puedan tener durante el embarazo mediante un software informático. Si el riego resulta ser alta, se realizan pruebas complementarias con la finalidad de verificar si existe o no alteración de cromosomas.
Asimismo, otra técnica utilizada es el test de ADN fetal, formado por pequeños fragmentos del ADN procedente de células de la placenta que, al romperse, vierten su contenido al torrente sanguíneo de la madre. Generalmente, pueden detectarse a partir de la semana 6 de gestación, aunque se recomienda esperar hasta la semana 10 para que la concentración sea suficiente para llevar a cabo pruebas.
Al igual que el cribado, el test de ADN fetal analiza los resultados obtenidos en busca de riesgos de que el bebé presente alteraciones cromosómicas como los síndromes de Down, de Edwards o el de Patau. El descubrimiento de este tipo de ADN ha supuesto un antes y un después en el cribado prenatal, ya que los resultados obtenidos son mucho más precisos que en el cribado combinado del primer trimestre, ya que además resulta menos invasivo que éste.
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